lunes, 13 de octubre de 2008

La hora más triste


Súbditos míos, el barón está triste. La nube negra ondea amenazadora por los cielos de este hermoso y melancólico país. Parece que, a través de sus calles y anidando en mi alma, toda la tristeza de la vieja europa carcome la voluntad de Doom, dejando muertas tantas promesas de futuro. Es difícil siquiera contemplarme en el espejo, tan nimio, tan opaco, hinchado y paralizado como montañas de bosta de las praderas latverianas. No tenemos baronesa y no es ya mío el gobierno de esta nación que iba a iluminar el mundo. Quizá vuestro amor incondicional me convirtió en un mimado niño rico, como los reyes que antaño derribé. Quizá ya mi origen, gitano y brujo, me ha guiado hacia vuestro asombro y no hacia el trabajo constante, la bondad obrera que tanto observé en los operarios constantes y alegres que hacen con su trabajo que nuestras ciudades sean la envidia de toda europa. Quizá no importe la causa, lo importante es que soy culpable de apatía y de desidia y mi alma grita. Perdonad, mis amados, si esos gritos perturban el sagrado sueño de Latveria...